Y la hoja de papel sobrellevaba sobre sus hombros un poema. Poema, verso, una sumatoria de palabras. Amor, corazón y mañana de sol, intentando rimar de manera torpe cada dos estrofas. Escritas con inmensa pasión y escaso talento. Soñó con otro destino, guardado en el arcón de los recuerdos, es más, hubiera preferido transformarse en un barquito de papel.
Intuyó que el amargo destino, el suyo y el del poema estaban fatalmente ligados. Cuando lo leyera su destinataria terminarían hechos un bollo en el cesto de los papeles.