Archivo diario: 25 enero, 2014
El secreto de Lopez.
Lopez es un cliente como cualquier otro, bah no tanto como cualquier otro. No tiene nada de especial, simplemente es de esas personas que no te caen bien de entrada. Un señor muy correcto y poco simpático. Como la simpatía tampoco figura entre mis virtudes, nuestros encuentros comerciales con Lopez son de los más formales. Y como imagino que yo tampoco le caigo simpático; cuando busca algo casi siempre lo atiende otra persona, se lleva lo que viene a buscar y solucionado el inconveniente.
Uds. creerán que soy apático, un poco sí, tal vez. Bastante. Lo que sucede con este individuo es…..vamos por partes. No estoy muy de acuerdo con los hombres que se tiñen las canas y esa tintura color cedro tan desagradable en el cabello lo vuelve más desagradable aún. Sus frases cortantes, y ni hablar de sus anteojitos tan minúsculos. Pensándolo bien los anteojos no tienen la culpa. Resumiendo, Lopez es una persona con la cual me da fastidio tener trato. Lo que no comprendo es esa mirada triste, como quien tiene un……..¡tampoco, que lo atienda otro!
Un día llega al negocio, ¿adivinen quien? Si Lopez, quien otro. Con un ademán le envié una persona para que lo atienda mientras yo me ponía a buen resguardo de sus capilares reflejos rojizos. Casi siempre lo atendía un joven con el cual hablaban de autos, mecánica y todo eso. Siendo su interlocutor un joven Lopez le explicaba la importancia del estudio. Concretamente le decía que para llegar a ser alguien en la vida tenía que estudiar, y la frase se interrumpió………..
Yo estaba medio escondido entre la mercadería escuchando la conversación, algo que no debe hacerse y que es de muy mala educación, pero simplemente lo hice por el bien de………..mejor sigo el relato.
Lopez continuó diciendo. – No pude terminar el secundario….y todo por culpa de INGLES, nunca pude aprender ese idioma de………..antes de terminar la frase descubrió mi escondite, y noto que lo estaba mirando boquiabierto. Como excusándome le dije – Yo tampoco pude aprender ingles. Ni profesora particular ni nada, agregué. De pronto estábamos hablando animadamente y de manera afable. El Muro de Berlín que nos separaba había caído por una circunstancia que ninguno de los dos imaginaba, haber sido derrotados por el mismo anglófono enemigo, sin embargo la frustración seguía dibujada en esa mirada triste, un fracaso que sobrellevó a lo largo de su existencia. Ahora que nos sabíamos náufragos de un mismo barco, de haber estado más cerca nos hubiésemos fundido en un abrazo fraternal.
De ese día, no les voy a mentir que nos hicimos amigos. Pero un mutuo respeto creció entre nosotros y hasta en algunas ocasiones, es decir, cuando no hay nadie disponible en el mostrador lo atiendo yo personalmente. Por supuesto, siempre mantenemos nuestras conversaciones en un correcto castellano.
Sobre miradas malignas
«Me fijé en su mirada: daba miedo. No el miedo que podría inspirar alguien malintencionado, sino el que inspiraría un loco. Sus ojos miraban al vacío con un destello sereno».
Tsugumi.
Banana Yoshimoto.