Él, se enamoró de tanto mirarla. Desde ese momento ya no pudo hacer otra cosa.
Ella, se dio cuenta de que todo lo que era, estaba llena de él. Y su existencia no tenía sentido sino a su lado.
En las noches de verano él la acariciaba con la luz y ella respondía regalando sueños.
Durante su cópula decenas de niños y mayores reían, a veces lloraban, pero siempre
siempre viajaban sentados a otro lugar.
Alguna polilla intrusa quiso ser estrella fugaz en esas noches cálidas que olían a jazmín.
Él era un proyector y ella la pantalla de un cine de verano.