Anécdotas del pago chico.

Basado en un hecho real.

«En Buenos Aires los zapatos son modernos/ pero no lucen como en la plaza de un pueblo..» Canción para Carito: León Gieco.

Esta simple historia ocurrió hace unos años. En ese momento viajaba un par de veces a la semana a una localidad vecina a dar clases. Una localidad donde a pesar de tener más de 6000 habitantes y ser cabeza de partido, toda la gente se conoce.

Yo que nací y viví muchos años en Buenos Aires antes de mudarme al interior disfruto enormemente de ese estilo de vida, donde las tardes pasan sin apuro, se toma un mate con los vecinos, y se van por la calle que costea la vía acompañando al sol hasta el horizonte.

La plaza principal era bastante amplia y estaba rodeada de una frondosa arboleda. Frente a la plaza, como corresponde a todo pueblo, había una iglesia que se me antojaba de estilo románico (no soy arquitecto, pero para pertenecer a ese estilo la iglesia debería tener diez siglos y ser de piedra) El pequeño detalle es que los pueblos de esa zona apenas pasan los cien años y la iglesia era de ladrillos.

En las tardes, cuando el sol no quemaba ni hacía mucho frío, me sentaba en un banco frente a la iglesia «románica» a leer.  Los pájaros que recién se levantaban de la siesta le ponían su particular música a la tarde. A esa hora pasaban muy pocos autos y  por lo general la plaza estaba desierta.

Un día, mientras cumplía con mi ceremonia pagana de la lectura, de pronto, en medio de esa paz sentí una presencia. A veces uno sin mirar, nota o siente que lo están observando, eso fue lo que me ocurrió esa tarde. Tal vez la ciencia algún día logre descubrir porque uno percibe cuando alguien te mira. Levanté la vista del libro, y una niña de cinco ó seis años aproximadamente que estaba a unos pocos pasos me miraba con curiosidad. Mientras mantenía los dos pies juntos, balanceaba el torso y movía sus brazos de un lado hacia el otro.

Dado que en esa época yo usaba la barba larga, supuse que le llamaba la atención mi aspecto….pero había algo mas.

Sin cerrar el libro, la miré esperando su reacción, me imagine que iba a salir corriendo. Los cuentos del viejo de la bolsa y todo eso. Parece que nunca le habían contado ese tipo cuentos porque me dedicó un simpático ¡HOLA!, y ese hola sirvió de prólogo para un divertido e inesperado interrogatorio.

  • ¿QUE HACES?

Me preguntó mientras señalaba el libro con un movimiento de la cabeza. Le respondí que estaba leyendo, y mientras preparaba un pequeño discurso sobre la importancia de la lectura en los niños y lo bello que es leer, llegó la segunda pregunta:

  • VOS QUIEN SOS?, ¿VOS NO SOS DE ACA? entrecerraba los ojitos mientras negaba con la cabeza y con cara de haber hecho un gran descubrimiento.

Allí estaba su duda, evidentemente yo no figuraba en el padrón de caras raras del pueblo, ergo venía de otro lado.  Y por supuesto esa fue su tercer pregunta.

  • VENGO DE TRENQUE LAUQUEN.

Con un gesto pude ver que por lo menos conocía de donde venía. Intenté preguntarle algo, si tenía familiares o algo pero, disparó la próxima frase. Era evidente que era ella quien dirigía la conversación,  y que no me iba a dejar meter una pregunta.

Siiiii , A mi me gusta Trenque Lauquen, con mi mamá vamos muy seguido a Trenque Lauquen porque en Trenque Lauquen venden ZAPATOS……

Mi silencio acompañó la quietud de la tardecita, mientras tanto procesaba mi sorpresa.         Seguramente había entendido mal. Recordé rápidamente que por la calle de la terminal había un comercio que vendía zapatos y otras cosas. Se me ocurrió que podría tener algún problemita en el pie y usara algún tipo de zapato ortopédico o plantilla, pero a simple vista caminaba sin ninguna dificultad.

  • ¿QUE TE QUEDASTE PENSANDO?

La última pregunta me sacó de la nube de imaginar situaciones, y como ahora la curiosidad corría por mi parte, pude concretar finalmente una pregunta….

  • ¿Porque me decis eso? ¿no entiendo? ¿Si por la calle de la terminal tienen………?

Adivinó la pregunta al vuelo. Levantando los hombros me dijo como la cosa mas natural del mundo:

  • SI, ZAPATOS ACA VENDEN, ¡PERO LOS ZAPATOS DE ACA NO ME GUSTAN!

Antes que pudiera responder, salió corriendo en dirección al  llamado de la madre que le hacía señas desde la esquina de la plaza. Cuando llegó junto a la madre la mujer le dijo algo por lo bajo. Luego la señora me saludo mientras seguían caminando.

Gracias a Dios no tenía ninguna dificultad en los piecitos, era simplemente un poco de coquetería.

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