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a través de Día del libro. — LA POESÍA NO MUERDE

Onírico (Ella)

Lo soñé anoche, el sueño me persiguió durante todo el día. Algo me llevó a escribirlo (espero que no haya sido una mala idea).

 

Se disipó la niebla y caminaba por un descampado, lo único que rompía el verde del paisaje era esa casa de aspecto humilde, Se abrió una puerta roja o tal vez naranja.

Había entrado a su casa.

La casa era un laberinto de habitaciones donde conversaban muchas personas sentadas alrededor de una mesa. Una señora me saludó. ¿La madre de Ella? Hice un comentario sobre algo que no recuerdo con alguien que estaba al lado mio.

Fuera de la casa caminé muchos metros hacia un borde, donde el verde del suelo parecía terminar en un precipicio. Me acerqué despacio por miedo a caer. En ese instante me envolvía la oscuridad e intenté imaginar que lo se vería en el vacío que tenía por delante.

Ahora estoy sentado en un sillón al lado de Ella, con su pelo largo y su medida sonrisa. Estamos los dos mirando hacia adelante y nuestros hombros casi se tocan, giro mi cabeza para poder hablar. Pese a la cercanía ella se mantiene distante como en una foto en blanco y negro.

En el sueño la amo y Ella lo sabe.

Le hablo del precipicio y de la oscuridad, ahora gira un poco su cabeza para decirme que lo único que se puede ver a los lejos son «mercancías». Yo lo asocio a CONTAINERS de barcos de carga y le pregunto si desde el precipicio se puede ver el mar.

Me devuelve su sereno silencio, yo me pongo a reír.  Ella vive es un lugar tan alto que jamás se podría ver el mar.

Me despierto pensando en su sonrisa tibia, en su cabello lacio. Ahora también sonrío despierto, sin saber si en la vigilia todavía la amo.