Un día cualquiera, revolviendo cosas de una valija, encuentro un libro de Clarice Lispector que nunca terminé de leer. En realidad me gusta como escribe pero nunca me enganché con la historia.
Entre las hojas del libro, a forma de señalador, había algunos papeles de hace algunos años, facturas de un hotel y algunos tickets de gastos correspondientes a otro viaje. En la factura agradecían mi presencia y todas esas formalidades.
Esos recuerdos me dan una íntima alegría y algo de congoja por no poder viajar en la actualidad.
Esa noche dormí bien; en el último sueño que recuerdo, un barco antiguo zarpaba rumbo a mar abierto para atravesar el Caribe. Los pasajeros eran muy elegantes y usaban sombreros a la moda, parecía una escena de una película de los años 50. Mientras nos alejabamos de tierra firme, por las ventanillas se podían adivinar las formas de las grúas y de los barcos atracados en el puerto que iban quedando atrás.
Me desperté.
Durante el día mantuve esa imagen en mi cabeza, porque si hay algo que hago bien es soñar. Sin embargo me resultaba conocida la imagen o la tendría que haber sacado de algún lado. De acuerdo a los cánones de los sueños, toda imagen onírica corresponde a algo que te llamó la atención en el pasado y queda registrada en algún lugar remoto del inconsciente.
De pronto recordé un libro que se ajustaba a la imagen, pero no recordaba ni el autor ni el título. Cómo Google se apiada de la memoria de la gente mayor comencé una búsqueda a tientas. Lo único que tenía…mas o menos claro era la nacionalidad del autor y afinando la memoria un poco más, el nombre del libro podía ser Panamá.
Así busqué infructuosamente entre la bibliografía de Leopoldo Lugones, del cual, a medida que avanzaba la investigación me resultaba menos ser el autor buscado.
Mejor buscar el libro, un antiguo volumen de Editorial Losada, de las primeras colecciones de libros que a pesar de dos mudanzas sospechaba que podía seguir ocupando su lugar entre los vastos anaqueles de la infinita biblioteca (perdón pero con la palabra biblioteca me agarra el ataque Borgeano)
Si uds creen que lo encontré…no fue así. En un rapto de algo parecido a la lucidez, se me ocurrió que podría ser Ricardo Güiraldes. A falta del libro físico volví a Googlear y he ahí que encontré el dichoso libro misterioso: Xaimaca
Pocas reseñas encontré de ese libro, siempre que se habla de Güiraldes se destaca su libro «la Guerra Gaucha» y a «Xaimaca» lo toman como un libro menor, que lo escribió un día que le dolía la panza y estaba probando la birome.
Hoy recien pude encontrar un pasaje del libro:
» -Lástima que su recorrido sea tan breve. Conocerá cosas interesantes en el Perú, no dudo, pero… Lo que llamo viaje es un andar al través de climas. Necesito por lo menos un retazo de trópico. Usted debería seguir con nosotros hasta Jamaica. Entonces estaría seguro de haber puesto en usted el vértigo que se goza rayando mundo en derroteros nuevos. ¿Lee usted a Kipling? ¿Recuerda aquel pasaje en que Dick al lado de su novia, en una playa cegada por la noche, oye pasar un barco y lo reconoce?
-No sé -prosigue- si no es necesario tener un poco el alma de Dick para percibir la emoción de esas páginas. Cuando quedo en un puerto viendo partir la masa pesada de un vapor, los primeros paletazos de la hélice hacen indecisas mis pulsaciones, como si fuera a dormirme en un jadeo rítmico, con amplio goce de marcha al desconocido.
Recuerdo haber ido a las estaciones a dejarme incitar por el paralelismo de los rieles.
Para muchos el viaje es fuga, para mí es llamado.»
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Nota al pie: Hasta hace pocas horas, estaba convencido que el título del libro era Jamaica y que por alguna razón estaba escrito diferente.