Feliz año nuevo

  • ¡Uhh mami, mirá el «sillón» que trajo papá!

Elijo comenzar esta historia, remontándose en el tiempo muchos años atrás, con papá luchando con el sofá-cama que no pasaba por la puerta. Mi madre protestando porque no había espacio en la casa para albergar esa «porquería tan grande» con acento en la P. (Fue la primera vez que le escuché decir la frase)

  • «Esas ideas brillantes de tu padre»

Cuando trabajosamente le hicieron lugar para ubicarlo, mi perrito «MAC» fue quien más lo aprovechó. Se subía corriendo desde una punta a la otra ida y vuelta. Por las tardes, buscaba su colcha tejida y dormía la siesta.

«MAC»  Una mañana desapareció y lo encontramos muerto en un descampado, fue unos meses antes de mudarnos.

Quince años después de la llegada del sofá nos mudamos, y el sofá-cama tuvo su época de esplendor. Porque era lugar mucho más amplio. Generalmente lo usábamos cuando venían visitas. Se rebatía el respaldo y TRACK; se convertía en una cama amplía, incluso para mi que para época, ya no era un niño.

Quince años más tarde nos mudamos por segunda vez, el sofá empezó a sufrir los efectos de tantos cambios de casa. La funda de cuerina estaba desgastada y rota. Y nunca más volvió a hacer el famoso TRACK. Papá usando una de sus brillantes ideas, clavó el respaldo y lo dejó fijo. Como esta casa era pequeña, el sofá-cama empezó un derrotero por todos los rincones y en todos siempre molestaba el paso.

Por supuesto que en esos treinta años pasaron muchas cosas; buenas y malas. Entre las buenas: comencé a dar clases de italiano en una ciudad distante 50 km. Esa vez la idea brillante de papá  fue la regalarme un celular para saber si había llegado bien y a que hora volvía y todo eso que hacen los padres, aunque uno ya sea un señor mayor. La que no fue una idea muy brillante de parte mía fue poner como frase de inicio:

  • «Hoy puede ser un gran día «

Así pasábamos la vida felices y sin darnos cuenta. Cada tanto el motivo de discusión  era «esa porquería» con acento en la P.  que molestaba el paso…..Y tampoco sin darnos cuenta, la salud de papá se iba deteriorando.

Dos años atrás comenzaron los problemas de salud de papá. Durante 2009 lo internamos en el hospital varias veces. A fines de noviembre de 2009 finalizaba con mis clases, sin saber que sería el último año que dictaría el curso. Para esa época también la salud de mi padre se agravó a grandes pasos.

Diciembre pintaba difícil, los días transcurrían entre análisis, internaciones y vueltas a casa, donde papá lo único que hacía era quedarse dormido en el sofá-cama, y beber un alimento llamado ENSURE, que se lo preparábamos en una licuadora.

A fuerza de inyecciones y calmantes logró pasar mi cumpleaños en casa y también navidad, finalmente lo internamos en el hospital un 26 de diciembre.

La noche del 31 de diciembre, para calmar sus dolores lo habían dormido. A lo único que nos dedicábamos con mi madre era a controlarle el suero y seguir su respiración tranquila. A eso de la diez de la noche llegó el resto de la familia, nueve personas en total El velador de una de las camas atenuaba la penumbra de la habitación. Así llegamos a la medianoche, el ruido exterior de los primeros petardos quebró el silencio de la sala, por la ventana que da al patio del hospital empezamos a ver los fuegos de artificio recibiendo al nuevo año.

Como en un acto reflejo me acerque hacia las perillas y encendí las dos luces de la sala. Un poco encandilados todos miraron hacia la puerta esperando que alguien entrara…

¡FELIZ AÑO NUEVO!

Les dije a todos sin entusiasmo, como una formalidad. Mi sobrina menor me miró con cara de odio, los otros sin saber muy bien porqué, empezaron a saludarse en voz baja y besarlo a papá.

Mi padre falleció a las tres de la tarde del primero de enero de 2010. Durante muchos años conservé el recuerdo de detalles mínimos de aquella primera tarde del año.
Mi sobrino que me paso a buscar en su auto y me dejó manejarlo. Mamá leyendo una revista al pie de la cama; la tarde de sol y el momento en que simplemente papá dejó de respirar. Parece cruel pero la muerte llegó así, sin estridencias y sin anunciarse.

 Empecé a llamar a mis tías que ya estaban al tanto de la situación. El celular se quedó sin batería y volvió a encenderse con la frase de inicio…

Hoy puede ser un gran día

Quienes se enteraron fueron al velatorio. Otros que no sabían me llamaron por teléfono para «saludarme por el año nuevo». Un amigo muy querido llamó todo efusivo para desearme felicidades y que ese año su equipo iba a ser campeón y no paraba de hablar. Me llevó diez minutos explicarle que pocas horas atrás habíamos enterrado a papá en el cementerio parque. Y llevó varios años pidiéndole que no se disculpe más cada vez que nos vemos. Todo termina en risas.

Escuchas frases como  «es la ley de la vida» y «estaba sufriendo». «tenés que ser fuerte» Y…tan fuerte no fuí porque hasta me hacía mal ver los capítulos navideños del «Chavo del ocho». Entonces decidí hacer un par de cambios en la casa y por supuesto el primero en la lista fue el famoso sofá-cama. Lo primero que se me ocurrió fue regalarlo, pero me daba pena y aparte nadie lo quería porque ocupaba mucho espacio. Finalmente en una de esas «ideas brillantes» que hubiera tenido mi padre lo puse «parado» en un pasillo, y allí pasó mucho tiempo hasta que hace un par de días (y con la autorización de mamá) le regalé el sofá-cama a un pariente lejano.

Nota:

Empecé a principios de este año a escribir la parte del hospital (en gris) y hace unos días lo del sofa-cama. Tal vez empecé a escribir porque me dió un poco de culpa regalar «el sillón» que trajo papá y acompañó a la familia 500 km por media provincia, y durante medio siglo. Y ahora más culpa me da, al recordar que ahí dormía «MAC» Parecería ser que el «sillón» se está vengando de mi, trayendo tantos recuerdos.

Cuando empieza diciembre me envuelve una especie de melancolía y me hago preguntas tontas como:

  • Si existirá un paraíso adonde van las mascotas cuando mueren. 
  • También me pregunto, si papá me habrá escuchado ese fin de año en el hospital, y si me escuchó: ¿estará enojado conmigo? 
  • Recuerdos vacaciones pasadas, la familia tomando mate, mi hermano y mis primos armando un castillo de arena, «MAC» y yo corriendo por la playa, 

Y mientras me hago esas preguntas me invaden los recuerdos y lloro en silencio, como estoy llorando ahora que escribo estas líneas.

Cuando llegue 31 de diciembre a las doce de la noche, como hago desde hace ocho años, voy a levantar mi copa y a modo de homenaje repetiré mi brindis en voz baja:

  • ¡VIEJO; FELIZ AÑO NUEVO, ADONDE ESTÉS, EN ALGÚN LUGAR DEL CIELO!
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