Historias de barrio, con música de tango.

«….acunado entre los sones de bandoneones

nació este tango…» 

«La abandoné y no sabía» Tango  

Para poder alquilarla, el dueño separó la pieza grande del resto de la casa con unas planchas de madera. Dada la sutil división se escuchaba todo lo que sucedía del otro lado. 

En la pieza grande vivía un matrimonio. Mejor dicho, la señora, que estaba todo el día sola porque el marido «trabajaba»; o con alguna excusa ocupaba su tiempo para poder irse desde la mañana temprano. 

En la casa también vivía un matrimonio con un hijo pequeño. Las vecinas se llevaban bien, tomaban mate juntas y se contaban algunos chismes del barrio.

Cuando llegaba la noche, después de la cena arrancaba el programa de radio, acordes de tangos y milongas cruzaban la pared sin pedir permiso mientras que del otro lado el niño pequeño dormía plácidamente.

La madre del niño nunca tuvo el coraje de reclamar a su vecina por el volumen de la radio porque a esa hora dormía el niño, tanto era el respeto que había entre vecinos que jamás se atrevió a decírselo.Tampoco encontró una manera elegante para hacerle ver que el marido salía de punta en blanco muy temprano y volvía muy tarde quien sabe de donde.


Y pasó lo que todos sospechaban. Una noche, el muy elegante marido no volvió nunca más al barrio.

La mujer en un ataque de locura no tuvo mejor idea que vaciarse en el estómago un frasco de píldoras de esas que usan los suicidas.

En este caso se ve que las píldoras que tomó no eran las adecuadas para suicidarse, o tal vez las compró de otra marca, o estaban vencidas, o…. pero no pasó más que un susto.

Un gran susto, porque vino la ambulancia, y se la llevó entre el revuelo del barrio sumado a la novedad del marido ausente que nunca volvió, lo que fue el titular indiscutido entre los chismes de la semana.

La señora terminó viviendo con una hermana, y el dueño de la casa les dió permiso a los vecinos para quitar la pared y alquilarles también esa habitación.

Llegó la noche y un vacío ajeno a la rutina de la casa, merodeaba por los rincones. Para colmo de males, el niño empezó a llorar y no había forma de hacerlo dormir.

En estas emergencias primero se prepara una mamadera y se revisan pañales, o viceversa. Paso seguido, se toma la fiebre, se controla que no esté naciendo un diente, se le da vuelta la ropa…

Y nada, el chico seguía con los ojos como el dos de oros. Mientras la madre lo mecía en sus brazos, las musas que flotaban dentro de la habitación soplaron al oído una música y la mujer sin darse cuenta empezó a cantar alguno de los tangos que acostumbraban a escuchar cada noche.

Entonces el  niño se  durmió y todo volvió a la normalidad….Los que no volvieron nunca más al barrio, fueron la vecina suicida y el marido prófugo.

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2 Comentarios

  1. antoncaes dice:

    Muy bueno. Me ha parecido muy gratificante y creativo.
    ¡Saludos!

    1. No tan creativo, porque el hecho ocurrió hace muchos años jaja.
      Gracias por el comentario, saludos desde Argentina.

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