Y tomé por costumbre escribirte,
cada noche una carta,
sin papel y sin lápiz.
sin aplicaciones, ni teclados.
A salvo de mis yerros gramaticales
y de mi prosa mediocre.
Una carta mental que te escribo
cada noche al acostarme,
y en la cual te cuento como fue mi día
y te pregunto como fue el tuyo.
Aunque te imagino atareada haciendo
mil cosas, tal vez para no pensar.
Y mientras me vence el sueño mi mente
te dedica un sinfín de palabras dulces,
mezcla de lugares comunes,
frases cursis en versos que no riman
y requiebros amorosos.
Iguales a aquellos que alguna vez te dije
y rechazaste con delicadeza,
porque somos dos piezas que no encajan.
Un hilo rojo que nace en mí pero no te encuentra…
O te encontró y no quieres tomarlo.
Tan segura de vos misma
todo te resulta tan claro,
que no me resigno a que tengas razón.
Entonces me refugio en escribirte
versos efímeros que no conocerán
tu sonrisa cálida que me ilumina.
Sólo serán pensamientos
destinados a perderse en el vacío,
Pero lo sigo haciendo
porque muy en el fondo de mi alma
me hace bien pensarte.
Aunque a la luz de tus ojos tristes
todo esto te parezca una locura,
cada noche me voy deslizando en el sueño
con la misma frase que me arrulla
como una dulce melodía
la frase con que termina cada noche mi carta:
«Te sigo queriendo»
Bonita rutina eso de escribir todas las noches…
¡Ay, Alejandro!
Qué hermoso amor han de reflejar esas cartas escritas en tu alma, más que en tu mente.
Se siente bonito leerte.
Saludos.
Gracias por el comentario, siempre es un placer leerte.
Saludos