Inspiración cero

Aquí estoy de nuevo ante la hoja…perdón la pantalla en blanco.

Siempre es un dilema encontrarse ante esta situación, podría escribir un bonito poema, pero para ser sincero no soy poeta y precisaría de una musa inspiradora, un poema dedicado al amor, a la patria, o al amor a la patria, o  en…algo que precisamente no se me ocurre, y aún así escribiendo poemas soy bastante malo.

Entonces mejor una anécdota graciosa, si una muy graciosa. Pero la verdad ahora no me acuerdo de ninguna anécdota decente y es que tampoco tengo muchas para contar ni alegres ni tristes ni…

Voy a inventar una historia con pocos personajes, y a través de la psicología de los mismos crear una trama que atrape al lector y los llene de asombro. Ah si, y un final con un mensaje muy profundo que inspire a la reflexión.  Una podría ser la historia de un hombre que de tanto leer libros de caballería un día enloquece y sale a «desfacer entuertos» acompañado de un escudero gordo. Si, si, esa es una idea bastante original. O la historia de un príncipe de Dinamarca, a quien el fantasma de su padre le pide que vengue su muerte. Debe ser muy difícil intentar algo así, y hay que pensar mucho y quien sabe cuanto tiempo me llevaría.

Tenía unas ganas locas de escribir pero me parece que no es lo mio. Como la hora del futbol ya se pasó, me voy a fijar si en el cable si dan alguna peli como la gente.

Buenas noches, sigan con lo que estaban haciendo…

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Tilín

La tarde se va apagando y Tilín se estira para llegar al picaporte, sale al patio y mira al cielo, gira veloz tratando siempre de mantener la estabilidad y se dirige con seguridad hacia su objetivo, la maceta con tréboles.

Cuando se sienta muy cerca de la maceta quedan casi de la misma altura, algo mágico lo llevó hasta ahí, tal vez el trébol lo hubiese llamado. Un diálogo secreto se establece entre los dos. Tilín le balbucea algo, le habla, le cuenta una historia. El trébol pareciera escucharlo con atención. Moviendo su manito como en un baile flamenco, marca el compás del críptico mensaje a media lengua.

Pero la conversación termina abruptamente. Se levanta y a la mayor velocidad que le dan sus piecitos entra en la casa, pero antes mira preocupado para arriba, nada. Juega con sus autitos y sale nuevamente, y ahora si, la figura de la luna se recorta en las últimas luces de la tarde que iluminan la sonrisa de Tilín. Empieza a estirarse todo lo que puede y con la punta del dedo toca la luna, está feliz. Corre al lado de los tréboles y abriendo la mano le regala un poco de luz que le robo a la luna.

Está oscureciendo y su madre vigila paciente el final de la rutina. Lo levanta y se abrazan. Recibe una sonrisa y la hojita suelta que le regaló el trebol. Tilín ríe con esa risa contagiosa de los niños.