Hace mucho años, en una época que llamaré la prehistoria, nosotros los niños contábamos con los dedos y escribíamos a mano, en la escuela nos enseñaban caligrafía para mejorar la letra. Las lapiceras poseían un cartucho de tinta que casi siempre nos manchaba el delantal a la hora de cambiarlo. Buscábamos información en manuales, diccionarios y enciclopedias, todos ellos impresos en papel, como los libros de lectura.
En la prehistoria, la televisión transmitía en blanco y negro, tenía cinco canales que comenzaban con una señal de ajuste que nunca entendí para que servía. El televisor era enorme y muy pesado porque en la parte posterior tenía un montón de lámparas. Curiosamente lo que no tenía era control remoto, por eso la gente de la prehistoria para cambiar de canal se tenía que levantar de la silla.
Además del sintonizador para cambiar de canal, el televisor tenía dos perillas, el horizontal y el vertical, Que se usaban cuando en lugar de la imagen se veían rayas horizontales o verticales que pasaban de un lado a otro de la pantalla. Si el problema subsistía se tomaban medidas más drásticas, como el famoso remedio milenario que nuestros abuelos utilizaban con las radios, El método de «reanimación» consistía en abrir bien grande la palma de la mano, y darle un terrible «bofetón» al costado de la pantalla. No recuerdo en toda mi infancia que haya fallado.
Pero cuando en ocasiones se veía con lluvia, no quedaba otra cosa que «orientar la antena». Esto que parece sencillo era todo un operativo que precisaba de al menos: Uno de la familia que subiera arriba del techo, donde se alzaba majestuosa la antena, otro con buena voz apostado frente a la puerta para poder gritar las indicaciones, y un tercero se quedaba frente al televisor para controlar si se veía bien, más o menos, con lluvia o con fantasmas. Entonces el que estaba arriba del techo giraba con mucho cuidado el caño de la antena para la derecha o la izquierda.
Finalmente si la operación resultaba exitosa, los niños de la prehistoria veíamos los mismos capítulos repetidos de «El Zorro, «Batman», o «Los tres Chiflados». Un dibujo animado de la época llamado «Los Supersónicos» se desarrollaba en el futuro, y en ese futuro los autos volaban y los personajes se comunicaban a través de una pantalla de televisión.
En la prehistoria, teléfonos había pocos y a veces había que comunicarse a través de una operadora. Recuerdo que mis abuelos vivían en LUJAN a 65 km de la ciudad de Buenos Aires. En ocasiones para comunicarse la demora podía ser de dos horas, es decir que resultaba más sencillo subirse al auto e ir a visitarlos.
Para escuchar música existían los discos de vinilo, que tenía un finísimo surco en forma de espiral donde se posaba un brazo con una púa. Como el disco giraba, la fricción de la púa en el surco reproducía hermosas melodías…. o no. Tenían dos medidas los discos simples, o los Long play que eran mucho más grandes y en cara «entraban» alrededor de siete canciones. Cuando digo cada cara es porque esos discos tenían una particularidad, el lado A y el lado B. Es decir que se podía escuchar de los lados. Eso sí, uno debía ser muy cuidadoso a la hora de limpiarlos, porque cualquier rayadura hacía queeldiscoseraye, queeldiscoseraye, queeldiscoseraye, ups perdón eh
Continuará…
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