Blanca y radiante..

Hoy finalmente pude develar el misterio que por muchas generaciones acompañó a la rama italiana del árbol genealógico de mi familia.

Fantasía, mito o creencia, no se bien como llamarlo, pero son esas cosas que se van transmitiendo junto con el color de ojos o los rasgos y que algunos creen más y otros como yo, no tanto.

Tuve conocimiento de ella siendo pequeño, escuchando esas conversaciones que estaban vedadas a los niños de mi época. Fue en ocasión del velatorio de la nonna Chiarina.

A todos los niños nos llevaron a la casa una tía, cuando me pasaron a buscar escuché al pasar que el Tío Chiche, le decía a mi madre:

  • Viste Rosita se cumplío el mito nomás, anteanoche soñé con una novia, y ahora nos pasa esto (la muerte de Chiarina), creer o reventar.

Mi madre lo fulminó con la mirada, le hizo seña de nosotros menores inocentes, luego se persignó. Nunca le encontré la relación entre un sueño premonitorio y la muerte de un familiar, aparte la tatarabuela había pasado con holgura el centenar de años cuando la llamó el Señor, no creo que precisara de un sueño para apresurar su paso a la inmortalidad.

A lo largo de los años se fueron sucediendo otros velatorios, cada vez menos concurrido, y siempre se repitió la leyenda. Alguien que soñaba con una novia, anunciaba la muerte de un Vettellini. Las primeras veces, evitaba ver el cajón y el olor a flores me seguía durante semanas. Cuando fui más grandecito, ocupaba mi tiempo en contemplar con discreción las formas redondeadas con que la adolescencia agraciaba a alguna de mis primas lejanas. Después de las condolencias y algún que otro sollozo, varias tías se juntaban en la cocina para actualizar la base de datos de los chismes de la familia. Nada ni nadie escapaba a ese tribunal de disciplina. Embarazos, infidelidades, divorcios, todo era analizado, discutido y finalmente criticado. En general las críticas abarcaban, desde el  vestuario de la tía Emma que siempre se ponía el mismo atuendo, hasta la prima Mimi, a quien los maridos le duraban menos que la garantía del lavarropas.

Esos y otros comentarios siempre terminaban en risas contenidas y retos de los demás. Pero siempre sobrevolaba el mito del sueño de la novia.

Pasado el tiempo, en un asado en casa, lo agarré al Tío Chiche aparte y le saqué el tema. Me hizo una seña de salir a la vereda, cosa que no nos escuchen «los viejos», encendió un «pucho» y  sin prisa me contó….

Uhhh esa historia es milenaria….bueno, no tanto. Al primero que se la escuché es al marido de Chiarina, Don Antonino.

Si,soñó con una novia, estaba frente al altar y con el velo. Nadie podía verle la cara, cuando finalmente lograban abrirle el velo, la novia tenía la cara de la muerte…

¿Como, no era que nadie pudo verle la cara?

Ese Antonino, no te lo voy a tratar de mentiroso, pero que le gustaba exagerar un poco, le dabas tres margaritas y te hacía un ramo de rosas.

Vos Alejandrito, no me crees, pero después de ese sueño, murió la tia de Chiarina con toda la familia en un naufragio. Otro de los Vettellini que no conocimos, murió en un terremoto en Italia, y otro que murió en la guerra. Ninguno de esos no vinieron a la Argentina.

Porque se murieron antes…

Chiche se rió, largó un poco de humo, como poniendo una pizca de suspenso. y sin precisar el año ni el lugar me hizo una lista de luctuosos casos de sueños nupciales seguidos de muerte, El tío Bepper, Antonio, Carmelo, Lorenza.

Resumiendo uno cualquiera sueña con una novia y al rato se muere uno de la familia….

Me interrumpió con gesto adusto.

  • No, no, uno de la familia no. Uno de los Vettellini.
  • Vos Alejandrito te tomás todo esto en joda, pero esto es muy serio, creer o reventar.
  • Muy serio para los Vettellini…igual vos y yo estamos a salvo (ninguno de los dos llevábamos ese apellido)

El tiempo le dio la razón al Tío Chiche, cuando ya no estaba en el reino de los vivos. Mientras hacía una pequeña siesta soñé algo referido a una iglesia con una novia, ni tiempo tuve de llegar al altar a tratar de descubrirla porque me despertó el insistente sonar del teléfono. Uno de los últimos Vettellini había abandonado este mundo, tal vez para que me convenza que el sueño de la novia era cierto.

Anoche, luego de una cena pesada, creo que me dormí en la mesa. Me sentía mal y comencé a tener pesadillas. Estábamos en lugar cerrado, muchísimas personas me rodeaban, y no me dejaba respirar. Se escuchó a lo lejos como se abrían las puertas. El sonido retumbó porque ahora ese lugar cerrado era una enorme catedral. Como por arte de magia, o por arte del sueño, las personas se desplazaban hacia atrás sin tocar el suelo.Desde los vitrales se filtraban finísimos haces  de luz de distintos colores, La gente que me rodeaba ocupaba un lugar en los asientos miraba a Don Antonino que oficiaba de «prete»y desde el altar daba una larga homilía » in dialetto»

Era una pesadilla muy cruel, porque en la pesadilla me casaba (esas son pesadillas y no las de los film de terror). Estaba de mucho frac, mirando hacia los asistentes. En primera fila muy elegante mi Tío Chiche. Unas figuras en blanco y negro y sepia me recordaban fotos viejas que alguna  vez había visto en lo de la nonna. Como el hombre de atrás con la ropa hecha jirones, y cubierto de polvo. O la familia completamente empapada, con sus valijas de cartón de las que salía agua de mar . En una nave lateral, una soldado con su uniforme militar parecía herido de bala.

La catedral estaba repleta, el eco de la voz de Tito Schipa entonaba una vieja canción de Antonio Prieto, blanca y radiante va la noooovia.

A la entrada de la novia la acompañaba una luz muy blanca.Era como si flotara en el resplandor que cada vez se hacía cada vez más potente. Todos miraron embelesados hacia la luz, y a medida que se la novia se acercaba iban desapareciendo los asistentes.

En un momento presentí que estaba a mi lado, ya que iba a cometer el terrible desatino de casarme, al menos quería conocer el aspecto de la pobre desdichada. Pero no pude lograrlo, la luz blanca me envolvió con su calidez . Emanaba un suave aroma a pétalos de jazmín. Ahora estaba tan cerca que sentí el roce del tul en mi mejilla

Con una voz celestial me murmuro al oído.

  • Creer o reventar, Alejandrito, creer o reventar.

 

 

 

 

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