Como corresponde, cada invierno con su frío nos suma una año de vida.
El frío, como un viejo zorro se oculta en la estación del invierno, y de a poco va mostrando sus garras.
En el principio, casi sin darle importancia, nos vamos abrigando con ropa más gruesa, desempolvando pulloveres archivados del invierno anterior. Pero el frío sigue su cometido sin pausa, y como una enredadera invisible comienza a trepar por los pies. Con cambios sucesivos de medias y de calzado tratamos de librar esa batalla mínima.
El frío día a día se empeña en su obstinada tarea. Cuando la enredadera de hielo alcanza a entumecer los dedos de las manos, en ese instante te da el golpe de gracia. Rodeas con ambas manos una taza de café caliente, pero ese efímero bienestar se va junto con el aroma del café.
Entonces llega un momento no determinado en que el frío, unas vez franqueadas las defensas del cuerpo, sin pedir permiso nos invade el alma. Como un microorganismo se va metiendo en cada célula, en cada átomo y comienza a dominar nuestra voluntad. El desánimo y el malhumor nos gobiernan. Como único refugio nos queda meternos temprano a la cama, lo peor es levantarse al otro día.
Ya nada es suficiente, ni las medias gruesas, ni las infusiones humeantes. El frío definitivamente toma el control de nuestros actos. Con los pies y las manos heladas se hace difícil trabajar, salir, pensar, sobretodo pensar en otra cosa que no sea el frío.
Algunos días de sol nos sirven de refugio pasajero. Luego sólo nos queda ver caer las hojas del almanaque hasta que la primavera nos devuelva a nuestro estado natural.
El frío se mudará hacia otras latitudes turbando la vida de las personas, pero el año de vida que se sumó permanecerá con nosotros….
Alejandro, qué bien describes este invierno que nos pasa, nos arrebata, nos congela, nos enferma, nos aclimata y ya pronto pasará, con él se va todo este tiempo que pasamos un tanto aletargados y ya no habrá vuelta atrás. Con él se va parte de nuestra vida.
Lo único bueno en el invierno es lo calentito del café, la cama con un calefactor encendido y quedarse allí en la noche leyendo…
Ya viene la primavera, nos queda poco.
Quizá lo que más se sufre es el invierno del alma. Y nos recluimos en un buen café y un buen libro.
Te felicito porque escribes muy bien, y disfruto cada uno de tus poemas.
Gracias por tus comentarios, sólo nos queda esperar la primavera.
Te mando un gran abrazo.