En tu desdoblamiento habitual, estacional y vital, no me sorprendes.
Una tibia aceptación aquieta sin dormirte el alma.
Y en esta repetida mansedumbre, incluso las motas de polvo en el aire
hechas faros al sol, latidos de estrella,
te parecen importantes.
¿Qué distancia convierte la compañía en soledad?
¿Qué gentes son compañía y qué gentes soledad?
Eres una gran enredadera
debería llamarte
enamorada del mundo, odiada del mundo
a veces
a sabiendas, a penas (que no es un poco)
cuando Todo es bueno y maravilloso
parís una Nada que lo abriga en su seno
y lo permite
Enamorada de todo, odiada por nada
Nadadora del tiempo que se enamora del mundo.
Emilia Vidal, Mar del Plata, Argentina (1979)
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