No lo atropellaron pero casi

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No lo atropellaron pero casi. Y se quedó ahí en el suelo, sentado. La gente veía su traje, su maletín, y se apartaba con tranquilidad. No había murmullos, apenas uno que otro comentario de extrañeza. Él permaneció sentado, abrazando fuertemente sus rodillas. No se inmutó cuando le robaron el maletín. Luego se aflojó el nudo de la corbata. Poco a poco, los sonidos de la calle comenzaron a crecer a su alrededor. Había un ruido considerable, aunque no era un día festivo. Todos los vendedores ambulantes se acercaron atraídos por su traje, todos huyeron de su indiferencia. Todos salvo un niño pequeño que se quedó dormido en su regazo. La madre apareció pocas horas más tarde para llevarse a su hijo. El pequeño caminó restregando sus ojos. Empezó a llorar al cruzar la calle y extrañar el tacto del hombre indiferente. Su madre tuvo que soltarlo cuando…

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La mariposa de Pessoa

palabras a flor de piel

Foto: Ben Stansall/ AFP Foto: Ben Stansall, AFP/ Getty

«Tal vez mi destino sea ser eternamente tenedor de libros, y la poesía o la literatura una mariposa que, posada en mi cabeza, me haga tanto más ridículo cuando mayor sea su propia belleza». -Fernando Pessoa escondido detrás del heterónimo Bernardo Soares, Desasosiegos (Verdehalago)

Con o sin mariposa en la cabeza, Pessoa resulta imprescindible. Y no, jamás ridículo.

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