Que esta simple frase sirva de introducción para el relato mínimo que voy a compartir con todos uds. La historia es real: los nombres de las personas han sido piadosamente alterados en virtud de los hechos que pasaré a describir a continuación.
Hace muchos años mientras cursaba el segundo año del secundario, entre mis compañeros se destacaba E.Pereira. E.Pereira no era un muchacho común; había logrado lo que pocos, el llamado diez absoluto. El diez absoluto consistía en tener diez de promedio en todas las asignaturas, tales como religión, gimnasia, caligrafía y hasta en….Ingles (comparto vuestro asombro). Era una especie de Leonardo Da Vinci del siglo XX. Maradona no podía competir con él porque siendo de nuestra misma edad, 13 años más o menos para la época del relato, aún era una promesa del futbol que soñaba con ganar un mundial, en cambio E.Pereira era el chico 10 indiscutido.
Tantas buenas notas, despertaba entre sus compañeros sentimientos encontrados. Desde las envidias mas repudiables, indiferencias y hasta un poco de admiración entre los cuales me incluía. Si bien no era de mi grupo, me hice su amigo, un poco por curiosidad, parecía un joven común y corriente. Otro tanto para ver si se me pegaba el genio y yo comenzaba a sacar diez de la galera. Por lo visto lo lograba estudiando, porque por osmosis no me transmitió ningún conocimiento.
Imaginaba a sus padres, el matrimonio Pereyra, destacado ejemplo de una familia occidental y cristiana, sonriendo como en un comercial de dentífricos junto al impoluto boletín sembrado de “dieces” de su hijo. En los actos patrios, junto al mástil del patio central del Instituto, y frente a todos nosotros pobres mortales que frecuentábamos sin tanto éxito las clases, el director le entregaba medallas y lo cubría de loas y honores. Era exitoso ergo….era feliz.
Hay pequeños momentos de la historia que cambian el destino de las personas. Tal vez una conjunción de astros mal aspectados, quien lo sabe. Ese momento ocurrió un día jueves. Ese fatídico jueves teníamos Geografía con Cristina P.
Cristina P. como todas las docentes del colegio religioso al que asistíamos, vestía rigurosamente de negro, y un crucifijo ornamentaba su recatado cuello. Nota: Espero que después de tantos años se esté dorando en el infierno, sin rencores, simplemente para que tome un hermoso bronceado.
Ese jueves Cristina P. llamó a tomar lección. Momentos de hondo dramatismo, un silencio sepulcral, un vacío en el estómago, los dedos cruzados y el ritual del “que no me llame, que no me llame, que llame a……”
El – “Pereira pase al frente!” apenas se escuchó entre el apagado alivio de las respiraciones contenidas durante esos diez segundos que fueron siglos. Un aire distendido dejaba paso a la pregunta. ¿Esta vieja pa’ que lo llamo a Pereyra a dar lección? A lo mejor había un dejo de maldad, todo era maldad en ella. Posiblemente cuando E. terminara vendría el reproche. – “Ven, eso es dar una lección, esto es el ejemplo de un alumno aplicado” . Pero volvamos al lugar de los hechos.
E.Pereyra, comenzó a dar su lección magistral. Pausado y con buena dicción daba gusto escuchar el talento con que describía los Alpes Juilianos, las Dolomitas, El Mont Blanc y otras tantas montañas que acababa de conocer gracias a E.Pereyra. Era como si nos hubiera llevado a pasear por los Alpes. Faltaban Heidi y las ovejitas. Cuando terminó su brillante intervención hubiera iniciado un cerrado aplauso, pero esas cosas no se permitían dentro de un claustro religioso.
Sin mirarlo Cristina P. largó un lacónico -“Sientesé, tiene un nueve”. En ese momento pocos repararon en el cataclismo que se había desatado. E.Pereyra, incómodo preguntó el porqué del nueve. –“ La lección no está mal pero Ud. dijo que el Mont Blanc medía tanto y en realidad mide …”.mientras le hacía la señita de la diferencia de metros con el pulgar y el índice describiendo una C. El desastre estaba en marcha y el hermoso viaje a los Alpes había sido para E.Pereyra su Waterloo.
Todavía no me quedaba claro el porqué de la discusión por un ¡NUEVE!, una nota quimérica e ilusoria para mi raquítico boletín de calificaciones. Un nueve en geografía…..y con esa vieja arpía!!! (lo mio seguía siendo la rima, y con palabrotas mejor).
Desencajado, y ante el desconcierto general, comenzó a gimotear hasta terminar en llanto. – “POR FAVOR, ME ARRUINA EL PROMEDIO” – “POR FAVOR EN MI CASA ME MATAN”. No recuerdo si se puso de rodillas lo que le vendría fantástico al relato, pero lo cierto es que pedía desconsoladamente dar de vuelta la lección a lo que nuestra simpática Cristina P. no accedió en absoluto.
Ahora todo cerraba, con la boca a medio abrir comencé a entender el drama. Un murmullo cerrado crecía entre los pupitres, en esa época sin celulares ni calculadoras todos intentábamos lo mismo: diez más diez más nueve…..dividido……nooo!!! Adiós al diez absoluto, a él ni a su familia le servían el nueve noventa y pico de promedio….Un vaga sensación de escalofrío me recorrió por todo el cuerpo.
Camino a casa continuaba tremendamente conmovido por la escena que había vivido. Toda la felicidad que imaginaba en E.Pereyra era de cartón pintado y lo absoluto del diez fue el precio que tuvo que pagar. Ahora imaginaba al devoto matrimonio Pereyra corriendo a su hijo por toda la casa con una escoba.
Casi como una rutina, o como casi siempre, al entrar a casa mi madre me hizo la pregunta de rigor -“¿Cómo te fue en la escuela? “ Tratando de olvidar lo sucedido, mentí un -“bien me saqué un seis en Botánica, así que si saco un ocho en la prueba……….”. Mi madre con gesto resignado me interrumpió con la otra frase de práctica -“ lávate las manos que ya está la comida.”