«Como un depredador entraste en casa,/ rompiste los cristales,/ a piedra destruiste los espejos,/ pisaste el fuego que yo había encendido.// Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo./ Un cristal me refleja dividida./ Por mi ventana rota aún te veo./ (Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).// Y yo, mujer de paz,/ amo la guerra en ti, tu voz de espadas,/ y conozco de heridas y de muerte,/ derrotas y saqueos.// En mi hogar devastado se hizo trizas el día,/ pero en mi eterna noche aún arde el fuego.» -Piedad Bonnet, «Saqueo», Círculo y ceniza.
Eso de «amo la guerra en ti, tu voz de espadas» resume buena parte de la historia amorosa humana (y de la mía, por supuesto). Y sí, también el fuego arde.